Sylvie Valayre

Nací en Paris, a unos pasos de la Bastilla, un 10 de octubre, mismo día en el  que nació Verdi. Cuando tenia apenas cuatro años de edad, ya había decidido que mi vida se llevaría a cabo sobre un escenario.

En casa, mis dos hermanos, que eran muy  musicales y yo, escuchábamos todo tipo de música. Al finalizar mi adolescencia, ya tenía dos pasiones, la música y el teatro, pero no veía la razón por la que debiera privilegiar  una sobre la otra. Pero entonces, me preguntaba yo,  ¿Qué sucedería si me inclinara por las dos? ¿Seria como tener una balanza en equilibrio?  Finalmente, mis padres decidieron por mí, y eligieron que no me podría dedicar al teatro hasta que no terminara mis estudios secundarios. Después de eso, seguiría el camino de la razón, una maestría en estudios anglo-americanos, y después una tesis pre-doctoral sobre la edad de oro del cine americano. Pero es imposible ir en contra de lo que dicta la naturaleza, ya que mientras estudiaba por obtener un doctorado, dentro de mí escuchaba un grito, tan fuerte como el grito de Edvard Munch y tan claro como uno de Sammy Davis Jr., que me decía,  ¡No! ¡No puedo!  No puedo convertirme en una académica en una profesionista. Lo que necesito es actuar, moverme, hablar, caracterizar, y ¿Por qué no? Cantar.

Muy bien, pero ¿Qué podría actuar? o ¿Dónde?  Ya que para participar en una de mis cosas favoritas, la era dorada de los musicales americanos era ya demasiado tarde. ¿En un teatro?, me preguntaba yo ¿en una sala de conciertos?  Lo  que no sabía era la forma en la que podría estar yo sobre un escenario. ¿En un teatro de opera? Nunca había estado en uno, por lo menos hasta los 20 años, y no conocía la opera, de no ser por las adaptaciones cinematográficas de operas como: La Flauta Mágica de Bergman, Don Giovanni de Losey,y La Traviata y Otello de Zefirelli,  en las cuales vi por primera vez a Placido Domingo –y  fue cuando sentí que mi vida no volvería a ser la misma- y la versión de Carmen de Rosi, nuevamente con un extraordinario Placido Domingo.

El camino estaba decidido – siempre y cuando pudiera manejar mis cuerdas vocales de “manera operística” – lo que parecía como un reto que alguien que le agradaba imitar a Joni Mitchell, Joan Báez, Ella Fitzgerald y  a Groucho Marx. De cualquier forma pensé que lo podía intentar.

Estudie suficiente teoría música e interpretación para ser admitida en el Conservatorio de Paris. Mis mentores y profesores fueron: la siempre maravillosa y alegre Christiane Eda-Pierre y Gabriel Bacquier. También tuve la oportunidad de asistir  en algunas ocasiones a las clases de Régine Crespin, cuando Christiane Eda-Pierre se encontraba de gira artística.  Sin embargo, durante mis años en el conservatorio, me sentía como una flauta pífano tratando de imitar el poder y la grandeza del órgano de la Catedral de Notre Dame. Al mismo tiempo, tuve la suerte de asistir a las clases maestras en Florencia y Montpellier, de Cathy Barberian, Galina Vichnevskaia, Gino Bechi, Paul von Schilawsky, y de Giuseppe di Stefano, quien mas tarde me eligió para cantar a su lado en un concierto el Théâtre du Chatelet de Paris.

En ese momento, yo sabía que mi tesitura de voz era la de soprano, pero ¿Qué tipo de soprano era yo? ¿Con coloratura?  ¿ acaso era yo un simple soprano lírica? ¿Era yo una lirici-spinto? ¿o una soprano dramática?  O como alguien señalo, una soprano ligera. Todas las personas con las que hable al respecto, tenían una opinión diferente.  ¿Qué iba a hacer entonces con un rango inmaduro de tres octavos?

En1990 en Verona Italia, tuve la fortuna de conocer al tenor italiano Sergio Tedesco, quien me ayudo mucho a desarrollar mi voz a un alto nivel de madurez que me permitió debutar papeles como La Traviata y Tosca, con apenas dos meses de diferencia entre un debut y el otro. Desde el otoño del 2002,  también me he beneficiado de los valiosos consejos de la soprano Catherine Green, quien además se ha convertido en una amiga muy querida.

Desde el inicio de mi carrera, me dieron papeles estelares en operas de Mozart.  Inmediatamente después, el maestro Mstistlav Rostropovitch y Galina Vichnevskaia me ofrecieron el papel estelar en su producción de la  opera
La novia del zarde Rimsky Korsakov en Roma.  Posteriormente, canté Mimi en La Boheme, Tosca en Tosca,  Magda en La Rondine, Violetta en La Traviata, Norma en Norma, Leonora en Fidelio, Manon en Manon Lescaut, Thaïs in Thaïs, Adina en Elixir de Amor, Liú in Turandot, la Infanta en El Enano (The Dwarf) de Zemlinsky, La Voix humaine de Poulenc, y muchas mas.

Aquellos que se consideraban ser sensatos me decían que mi repertorio era “demasiado amplio y tenia poca homogeneidad.”  lo que dificultaba a la gente del medio ubicarme en alguna categoría vocal, pero ¿que necesidad hay de que lo clasifiquen a uno en algo?  Si hubiera sido sensata yo también, aun estaría lidiando con mi doctorado.  Además, mis andanzas fuera de lo establecido, me habían llevado a dedicarme a una carrera que lo que menos tenia era monotonía.

En1995 y en una gira por los Países Bajos, interpreté por primera ocasión el papel de Lady Macbeth, que a la postre se convertiría en uno de mis papeles mas emblemáticos.

Hacia el año de 1994, ya me encontraba presentándome en los teatros italianos mas importantes y cantando una diversa selección de obras y papeles, como: La Voix humaine (Trieste, Genova, Nápoles), Cavalleria Rusticana (Trieste, Bolonia), L’Heure Espagnole y Le Secret de Suzanne (Trieste), Madame Butterfly (Nápoles, Venecia, Cagliari, Turín), Macbeth (Genova, Cagliari, Turín).

En 1996 en Varsovia, Polonia, y con la producción del Teatro La Fenice de Venecia, hice mi debut en el maravilloso personaje de Elizabetta de Don Carlo. Unos meses después, en Londres realice dos debuts simultáneos, en Nabucco en el Covent Garden, y Don Carlo, en su versión italiana de cinco actos, en el Royal Albert Hall bajo la dirección musical de Bernard Haitink.

Después de presentarme en Londres, en el año de 1997, fui invitada a presentarme en el celebre escenario de La Scala de Milán en La Gioconda de Ponchielli.  Mi debut en Milán, fue precedido por otros debuts en teatros importantes como: Madame Butterfly en la Opera de San Francisco,  Jerusalem de Verdi en el Carnegie Hall de Nueva York,  Nabucco, Aída y Tosca en la arena romana de Verona, Nabucco en Zurich, Macbeth en Paris y Tosca en Berlín.

Mi constante andar de un país a otro fue siempre satisfactorio y ampliamente recompensado. Por ejemplo, en 1997 la Opera de Graz en Austria, me pidió que viajara inmediatamente para reemplazar a una soprano indispuesta en Madame Butterfly.  Durante el ensayo general, mientas yo estaba sobre el escenario preocupada pensando si les gustaría mi Butterfly o no, ellos dudaban si aceptaría o no la propuesta de cantar el monumental papel de Salome, el cual, para mi sorpresa, me ofrecieron una vez que baje del escenario.  Me llevó algunos meses encontrar la fuerza necesaria para decidirme a cantar ese papel. Fue finalmente en 1999, cuando volví a Graz para interpretar a Salome, un papel que desde ese día me ha dado muchas satisfacciones y por el cual he sido muy valorada.

A continuación llegó  Aída en Munich, y en el año 2000, mis primeras presentaciones de Madame Butterfly en el Metropolitan de Nueva York, además de: Manon Lescaut en la Opera Pacific de California, Ernani en Madrid, Aída en Macerata, Tosca en Paris y Tokio, y Macbeth en Berlín.   En el año 2001 cante el papel de Tosca, nuevamente en Paris y en mi debut en Chicago,  Macbeth en el  Théâtre de la Monnaie de Bruselas y Norma en Macerata.

El año 2002 fue para mi igual de productivo, ya que cante  el papel de Chrysothemis de Elektra en Madrid, bajo la dirección de Daniel Barenboim,  Butterfly en Tokio, dirigida por el maestro Chung y Salome en el Kennedy Center de Washington. En septiembre y octubre de aquel año, tuve el privilegio de regresar al Metropolitan de Nueva York con Placido Domingo y  bajo la conducción de James Levine, canté mi primera Magdalena en Andrea Chenier.

La temporada 2003-2004 sobresalió porque realicé debuts importantes como el papel de Turandot en Berlin, con el maestro Kent Nagano,  y el papel de la Emperatriz en Die Frau Ohne Schatten de Strauss, también en Berlin con el maestro Thielemann, Minnie en La Fanciulla del West  de Puccini en Zurich, el rol de Amelia en Un Ballo in Maschera en Turin, Tosca en el Met y en Viena, Butterfly en Chicago y Nápoles, así como Nabucco y La Gioconda en Zurich.

La abundancia de presentaciones del 2003-2004, se repitió en la temporada 2004-2005 con mas presentaciones de Salome en Braunschweig y Atenas con la Filarmónica de Viena y en Roma con la Orquesta de Santa Cecilia, Tosca, Nabucco y Fedora en Viena, Salome en Tokio, Tosca en Zurich, en el Metropolitan de Nueva York y en Washington D.C., y Aida en las Termas de Caracalla en Roma en funciones dirigidas por Placido Domingo.

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¡Hasta muy pronto!

 

 

 

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